¿Conoces ese momento en el que lo tienes y te da miedo? ¿Sabes de lo que te hablo? Ese instante en el que temes lo que más has querido. Estás tan feliz que arde el pecho de emoción, de ardor y de temor al mismo de repente. Tengo en mente todo esto porque no sé ni si quiera por qué. Me quema la piel, me ahoga el aire, me quema el agua.
Sin querer pensarlo demasiado, quise verme desahogado. Entonces me inventé una realidad sin preguntas. Una verdad sin presuntos pensamientos que sean corteses. Un mundo en el que no haya miliquinientas ni eso de echar cuentas. Un lugar en el que bregar con los sentimientos construyendo unos cimientos. Huyendo de los debemos y persiguiendo los queremos. Ahorrándonos los tendríamos para ser ricos en lo que nos queríamos.
Y sin pana pero en la gloria, aprendí que eras parte de mi memoria. Sin conocerte, me moría por poder perderme en tus curvas. Incluso con la que más mi mente perturbas. Con las más bonita. Con la que más me incita. Con tu sonrisa de amor y vida. Sin pensar si querías ser conmigo, me sentía más contigo. Sin tener claro cómo, sabía con quién. Y sin saber por qué, era imposible dejarte de querer. Lo mejor de todo no era ver ni parecer, lo peor en ningún modo, era en ti y por mi, ser. Por eso te miro y te digo, y también sonrió, aunque no con tantos dientes. Este hombre no te miente sin cariz, si te dice que en tu vida es más feliz.